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Me equivoqué


¿Con cuántas entonaciones se puede decir esta frase?

Es probable que cuando la decimos o la oímos, esté cargada de una connotación negativa. Equivocarse normalmente produce enojo, tristeza, desilusión.

Se siente temor ante las consecuencias de los errores pero también frente al juicio negativo que los demás pueden formarse de nosotros. Los errores nos hacen sentir que somos malos, inadecuados, perdedores, culpables.

Y como nada de esto es agradable… ¡tapamos los errores!

  • Los ignoramos o minimizamos (“no es tan grave”, “no es verdad”).

  • Los atribuimos a circunstancias externas o a otras personas (“fue culpa de…”).

  • Los justificamos (“es que esto ocurrió porque no tengo…”).

  • Los convertimos en aciertos (“creo que fue bueno hablarle de esa manera porque así aprende”).

En resumen… ¡LOS DESPERDICIAMOS!

Un error es en realidad una PRUEBA CLARA DE QUE ESTAMOS INTENTANDO ALGO NUEVO.

Un error es la muestra de que HEMOS SALIDO DE LA ZONA DE CONFORT Y HEMOS APRENDIDO que hay un camino para llegar a nuestro objetivo que NO ES EL QUE ELEGIMOS EN PRIMER LUGAR.

Un error ES CLARAMENTE UNA OPORTUNIDAD DE APRENDIZAJE. pero para poder aprender de los errores hay que:

  • Reconocerlos.

  • Responsabilizarse por ellos.

  • Analizarlos.

Y…¿cómo se hace para que los hijos aprendan esto?

Primero lo primero: los adultos debemos “HACER VIDA” ESTAS IDEAS. Reconozca públicamente sus errores… sin dramas.

Segundo: Evite culpabilizar, quejarse y sobre reaccionar con los errores de los hijos. LO NATURAL ES QUE CUANDO ALGUIEN ESTÁ APRENDIENDO ALGO, SE EQUIVOQUE OCASIONALMENTE. Si el adulto hace un problema de cada equivocación, le envía al niño este peligroso mensaje: “Sólo eres bueno y valioso cuando eres perfecto”. El resultado es que como el niño necesita ser valorado y querido, probablemente decida ocultar sus equivocaciones o se niegue a intentar cosas nuevas.

Tercero: ayude a que se produzca un aprendizaje:

  • Acompañando al niño en las consecuencias de su acción (acompañar no es sustituir),

  • Guiando su reflexión con preguntas (¿por qué crees que pasó esto? ¿qué otra cosa pudiste haber hecho? ¿te gustaría intentar algo diferente?),

  • Apoyando la búsqueda y puesta en marcha de soluciones. Los niños deben saber que ellos pueden encontrar mejores y más productivas maneras de actuar y que hay posibilidades de reparar.

De esa forma el ¡ME EQUIVOQUÉ! podrá ser dicho con una connotación positiva de expectativa por la mejora.

Ma. Gabriella Ottati de Castillo

Certified Positive Discipline Trainer Candidate

Ecuador


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