Disciplina Positiva en el aula. Una historia de éxito.
Queremos compartir una historia de éxito implementando la Disciplina Positiva en el aula, por parte de Sandra, una maestra de aula, comprometida con sus alumnos, que viene aplicando esta metodología basada en las relaciones horizontales y el respeto mutuo. Esta es su historia:
“Como maestra tutora de niños y niñas en edad escolar, siempre he tenido la inquietud de buscar formas innovadoras de acercarme a mis alumnos para lograr un clima favorable en el aula que les permita desarrollarse, conocerse, valorarse, enfrentarse a situaciones que requieran estrategias creativas de solución, relacionarse de forma asertiva y darles herramientas para ser personas de bien, transformadoras de la sociedad, íntegras, honestas, creativas, libres y felices.
En esta búsqueda tuve la oportunidad de ser capacitada en la filosofía de Reggio Emilia que plantea entre otras cosas una forma diferente de mirar al niño: un niño que tiene un gran potencial, que desde que nace busca encontrar el significado de lo que le rodea, que es investigador por naturaleza, aprendiz innato y se expresa de muchas maneras, que comparte lo que descubre con diversos lenguajes y códigos. Para que esto se dé es absolutamente necesario un maestro que sea observador, reflexivo, capaz de proponer actividades que permitan que el niño se relacione con el mundo, descubra y construya su aprendizaje. Esta filosofía me abrió los ojos y se complementó de una manera perfecta con la Disciplina Positiva, la que descubrí hace tres años la cual propone aplicar la firmeza y la amabilidad al mismo tiempo, entender las emociones, empoderar a los niños en la búsqueda de soluciones y asumir los errores como grandes oportunidades para aprender.
La Disciplina Positiva nos insta a creer en la capacidad de los niños para tomar decisiones sobre cómo responder a las situaciones que se les presentan y confiar en su capacidad de adaptarse al mundo.
Esta metodología me dio herramientas para relacionarme con mis alumnos de una manera máscercana, respetuosa, firme y afectuosa. Dichas herramientas son muy valiosas para enfrentar la vida y no solo transformaron mi forma de enseñar sino que me transformaron a mí como persona y lo siguen haciendo actualmente. Considero que en la medida en que yo sea respetuosa y afectuosa conmigo misma lo seré también con los niños y si puedo ver mis errores como oportunidades para crecer y aprender, podré tener paciencia cuando mis alumnos cometan errores, por lo tanto la Disciplina Positiva no solo se aplica en el aula sino que se vive.
Soy consciente que me costó entender que fuera posible aplicar una disciplina sin premios ni castigos, ya que yo estaba acostumbrada a construir con mis alumnos las normas de convivencia y a juntos proponer las consecuencias que debían recibir aquellos que no cumplían los acuerdos establecidos. Esto me daba resultados inmediatos y mucha tranquilidad por el control que lograba sobre ellos. A pesar de mis dudas sobre la eficacia de esta metodología me atreví a intentarlo.
Uno de los problemas que se presentó en el aula fue que los niños tardaban mucho tiempo en alistarse a la hora de realizar el trabajo por proyectos. Esto sucedía después de la hora en que almorzaban ya que al terminar debían guardar todas sus cosas y mover las carpetas para formar grupos, se demoraban y no teníamos tiempo suficiente para realizar el trabajo. En una reunión de clase tocamos este tema y ellos redactaron su propuesta de mejora con las ideas de todos de la siguiente manera: “Nosotros deseamos mejorar el tiempo que utilizamos para alistarnos a la hora de trabajo por proyectos, por eso vamos a primero arreglar nuestras cosas y mover las carpetas antes de almorzar, además poner el cronómetro en línea 10 minutos antes para calcular nuestro tiempo”. Para mi sorpresa, los niños y niñas llegaban del recreo y sin que yo les indique nada movían las carpetas. Uno de ellos se encargaba de controlar el tiempo, usando el cronómetro de la computadora proyectándolo en la pantalla para que sea visible para todos. A los diez minutos la mayoría estaba sentada preparándose para empezar y colocaban nuevamente el cronómetro para registrar el tiempo que tardaban en estar todo el grupo listo. Los que se demoraban eran alentados por sus compañeros para apurarse, todos se alegraban cuando iban mejorando y trataban de vencer su propio record.
He comprobado sin duda alguna que la Disciplina Positiva funciona y he tenido la oportunidad de maravillarme al observar los progresos de mis alumnos. Ellos ya no necesitaban que un adulto los controle para hacer lo correcto porque deseaban que su salón mantuviera un ambiente de respeto mutuo que contribuya en su crecimiento y aprendizaje.
Un aspecto de la Disciplina Positiva que me quedó muy claro es que tenía que lograr que todos mis alumnos sintieran que eran importantes para mí y para el grupo.
Es importante resaltar que esto fue aplicado a un salón conformado por 35 alumnos de tercer grado de primaria y que a pesar de ser un grupo grande se logró que cada uno asumiera una responsabilidad en el aula, lo que los hacía sentirse parte de un grupo donde todos podían proponer soluciones a los problemas siendo respetuosos con sus compañeros, sintiéndose escuchados, tomados en cuenta, libres para decir lo que pensaban. Por mi lado, dejé de tener control sobre ellos para cambiarlo por la participación y la cooperación; ahora el vínculo que establezco con los niños es más cercano y respetuoso, los observo con cariño y me asombro cada día de lo que van logrando, ellos saben que pueden contar conmigo y que también son capaces de lograr muchas cosas por sí mismos.
Por ejemplo, cuando yo estaba dirigiendo una actividad, el encargado del tiempo me hacía notar que ya debía prepararme para terminar, mostrándome el cartel que indicaba que faltaban 5 minutos. Por otro lado, el encargado de dirigir los agradecimientos nos invitaba a pensar diciendo “cierren un ratito los ojos, vamos a recordar quién ha hecho algo especial por nosotros, a quien lo hemos visto esforzarse por mejorar, piensen bien para que le agradezcan” y luego me asombraba cuando decían nombrando a cada uno o una “gracias por alegrarme cuando estaba triste”, “gracias por explicarme la tarea”, “gracias por invitarme a jugar”, “reconozco que te estás esforzando por esperar tu turno para hablar, ya no interrumpes”. Este sentimiento de pertenencia, y el experimentar que son escuchados y reconocidos, ocasionó que cada vez haya menos niños con comportamientos inadecuados pues ya no necesitaban llamar la atención para sentirse importantes.
Esto no quiere decir que no surjan problemas, la diferencia radica en que aprendimos a solucionarlos juntos y nos comprometemos a solucionarlos con ayuda mutua y cooperación. Es necesario tener paciencia, constancia y confianza en el proceso. A diferencia de utilizar castigos o premios para ver cambios de actitud en los alumnos, -inmediatos pero que no perduraban en el tiempo-, ahora, con la Disciplina Positiva los resultados se ven a largo plazo y se quedan instaurados en ellos.
El trato entre los niños también mejoró gracias a la herramienta “molestias y deseos” que fue moldeada en una reunión de clase. Les explique que íbamos a expresar lo que nos molesta de una manera respetuosa, para ello íbamos a elaborar dos listas, en la primera indicaría lo que les molestaba y en la segunda cómo les gustaría que actuara la otra persona. Luego utilizando las dos listas cada niño tuvo la oportunidad de practicar cómo expresarse diciendo frases como: “me molesta cuando… y deseo que…” También en otro momento escribimos en una tercera lista, las posibles respuestas: “lo siento”, “no sabía que te molestaba” Cuando el grupo estuvo listo acondicionamos un lugar acogedor en el aula (con alfombra y cojines) donde, se dirigían los niños para dialogar con tranquilidad y resolver sus conflictos. Algunas veces yo me sentaba un poco alejada de ellos para observar sin intervenir, pudiendo a la vez escuchar lo que decían y registrar sus diálogos. Decían cosas como: “me siento molesto cuando coges mis colores sin permiso, me gustaría que me los pidas prestados” y el otro respondía: “lo siento no lo volveré hacer”, o “Me siento triste porque me dijiste para jugar y te fuiste con otras niñas y me dejaste sola, me gustaría que cumplas lo que dices” – “lo siento, no me di cuenta, ¿quieres jugar conmigo en el próximo recreo?”. Los problemas se solucionaban muy fácilmente si llegar a conflictos mayores.
Un día un niño se me acercó para contarme que estaba molesto con su amigo y antes que tuviera el tiempo de decirme algo, otro le preguntó “¿ya te sentaste a conversar con él?”, el niño se fue y lo vi conversando con su amigo, luego le pregunté como estaba y me dijo “ya está todo bien, no te preocupes”.
Llevo trabajando dos años aplicando la Disciplina Positiva. El primer año mis compañeros profesores me dijeron, “claro te funcionó porque el grupo que tenías era bueno”, el segundo año, recibí un grupo más difícil y me dijeron, “a ver si vas a poder con la Disciplina Positiva” y eso me dio más ganas aún de esforzarme por ser respetuosa y firme al mismo tiempo. Al final del año observaron cuánto avanzó mi grupo y valoraron el trabajo realizado en conjunto con mis alumnos, se dieron cuenta que lo que les proponía que apliquen en su aula da buenos resultados comprobando los cambios positivos en los niños. Además, la profesora que recibió a mis alumnos el año pasado observó que los niños seguían rutinas establecidas sin que ella se las diga, que tenían la capacidad para resolver diversas situaciones y autorregularse, que se escuchaban unos a otros con respeto y empatía. Ella me preguntó qué debía hacer para continuar el trabajo que yo había empezado, y pude transmitirle mis experiencias. Ahora ella también trata de contagiar a sus compañeras de 4to grado para que apliquen las herramientas de Disciplina Positiva.
También he cambiado la forma como me relaciono con los padres de familia, invitándolos a realizar reuniones familiares, a ver los errores de sus hijos como oportunidades para aprender, a permitir que sus niños se comprometan en la resolución de sus problemas y a su vez mis alumnos notan cambios positivos en la forma como sus padres los tratan.
En este camino a veces puedo equivocarme, retroceder y querer tomar el control, pero sé que habrá siempre un nuevo día para volver a empezar. He cambiado mi forma de pensar y actuar, lo que me permite reflexionar y mejorar. He comprendido también que basta con que un profesor quiera asumir el cambio para que se encienda una luz y esa luz contagie al resto.
Nosotros los maestros somos afortunados, recibimos en nuestras manos a muchos niños cada año y tenemos la oportunidad de influir en sus vidas dándoles herramientas para que se relacionen con el mundo y que se las llevarán consigo para siempre. Tenemos una gran responsabilidad.
Educar con disciplina positiva me permite ser una mejor persona y mejor maestra y sentirme feliz de compartir cada día esta experiencia con mis alumnos”.
Sandra Colmenares Maestra de Escuela. Certified Positive Discipline Parenting & Classroom Educator LIMA-PERU
Si quieres implementar la disciplina positiva en el aula y/o quieres certificarte por la Positive Discipline Association, escríbemos a certificacion@crianzapositiva.org