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Cuando los hijos tienen el control


Uno de los problemas comunes que se observa en las familias de hoy, son padres que admiten tener dificultad para poner límites a sus hijos. Y es que la mayoría de padres de esta generación no se identifican con una educación basada en el autoritarismo, sin embargo, la mayoría, por miedo a no ser aquellos padres, terminan cayendo en el otro extremo: la “permisividad”. Pero qué pasa, al ver que este estilo de disciplina no funciona, empiezan a ser autoritarios; luego surge la culpa y vuelven a ser permisivos, creando gran inestabilidad en los niños, quienes terminan haciendo lo que creen más conveniente.

Ser padres permisivos significa educar a los hijos con ausencia de límites, lo que implica falta de respeto a nosotros mismos, libertad sin orden, darles opciones ilimitadas y por lo tanto enseñarles que todo lo que ellos quieren es absolutamente válido, aún cuando esto signifique perjudicar a los demás.

Por otro lado, ser padres autoritarios significa tener un control excesivo sobre nuestros hijos, ausencia de libertad para que tomen decisiones y falta de respeto hacia ellos, en pocas palabras “ahora haces esto porque yo mando.”

Llegar a un punto medio donde se puedan establecer límites con amabilidad, es educar con dignidad y respeto, buscando la cooperación de nuestros hijos y desarrollando en ellos valiosas habilidades de vida sin llegar a excesos ni decisiones extremistas.

¿Cómo lo hacemos?

Ten presente que, si bien el autoritarismo aplasta, la permisividad y sobreprotección ahogan. Los hijos necesitan percibir que estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se puedan contener y de guiarlos mientras no saben para dónde ir. Sólo una actitud firme, consistente respetuosa les permitirá confiar en nuestra capacidad y en su propia capacidad. Aquí algunas sugerencias a partir de la disciplina positiva que nos podrían ayudar a ser firmes y amables al mismo tiempo:

  • En vez de dar órdenes, haz preguntas que inviten a la reflexión, Jane Nelsen llama a esto “preguntas curiosas” (¿qué piensas respecto a…,? ¿qué sientes…?, ¿qué has decidido…?).

  • Habla menos y actúa más. Acércate a tu hijo y muéstrale lo que tiene que hacer, en vez de decir “1000 veces los mismo” desde lejos, esperando que “obedezca” rápidamente.

  • Practica la escucha activa. Deja de hablar un momento y trata de escuchar las palabras y el mensaje detrás de las palabras.

  • Crea rutinas y luego recuérdale qué es lo que habían acordado. Ej. Tu hijo se levanta de la mesa al terminar de comer y va directo a jugar, entonces le puedes recordar “¿qué es lo que tenemos que hacer después de cenar?”

  • Dale opciones limitadas, esto les dará la sensación de que no tienen que obedecer todo a rajatabla y que tienen la opción de elegir.

  • Decide lo que harás y se consecuente. Jugaré contigo, apenas termines de hacer las tareas.

  • Practica el autocontrol. Cuando entramos en la lucha de poder queremos CONTROLAR todo, pero cuanto más controladores queremos ser, más DESCONTROLADOS nos volvemos. A la primera persona que tenemos que controlar es a nosotros mismos.

  • Ponerse de acuerdo. Ambos padres tienen que manejar el mismo estilo de crianza para no crear confusión en los hijos que inviten a buscar “al más bueno” .

  • Involucra a tus hijos en la solución de problemas. Esto hace que los chicos desarrollen el sentido de pertenencia, estén motivados a asumir sus responsabilidades y estén menos propensos a desobedecer.

Ps. Gina Graham – Certified Positive Discipline Parenting & Classroom, Educator.

“Nunca he visto a un niño con aires de poder sin un adulto con aires de poder cerca de él”

Jane Nelsen

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