Conociendo el desarrollo del niño de 0 a 3 años
El desarrollo del ser humano es un proceso maravilloso, complejo y continuo, marcado por etapas de cambios bruscos que se evidencian en progresos o regresiones en su comportamiento. Su vida se inicia mucho antes del momento de la concepción. Inclusive se inicia mucho antes de que exista el deseo de la madre de concebir un hijo, mucho antes de conversar con la pareja sobre el tema, antes de comunicar a la familia sobre el embarazo, sin embargo con su alegría, tranquilidad y deseos de tener un niño sano contribuirá positivamente a su desarrollo.
Al principio el bebé permanecerá la mayor parte del tiempo es una especie de zona intermedia entre el sueño y la vigilia, está casi dormido. La madre actuará entonces como un escudo protector entre el niño y el medio ambiente, seleccionando todo aquello que es beneficioso para él, hasta que este nuevo ser adquiera la confianza básica para enfrentarse a este nuevo mundo lleno de sorpresas que el deberá ir descubriendo a su debido tiempo, para esto, la madre deberá proporcionarle la seguridad necesaria lograr ser independiente dentro de unos límites claros y flexibles que se vayan ajustando según la situación. Esto significa que durante la primera infancia se privilegia la presencia de una figura significativa al lado del niño que le proporcione seguridad, como la cual podrá formar un vínculo afectivo (en el mejor de los casos, la madre) Esta “figura significativa” permitirá al niño sentirse seguro para que progresivamente a lo largo de su existencia pueda ser más autónomo, seguro de sí mismo para poder explorar con confianza el mundo que le rodea. Durante esta etapa el contacto físico cobra especial importancia para la seguridad del niño. El solo hecho de coger al bebé al hombro, mecerlo, cantarle, darle pecho, mirarlo detenidamente, besarlo y otras conductas nutrientes asociadas al cuidado, son experiencias ricas que fomentan la vinculación afectiva. Esto quiere decir que las primeras experiencias de relación que tienen los niños son las que proporcionaran los patrones de comportamiento que ellos asumirán como las habituales en su vida. Es decir, que, con lo que hacemos con ellos hoy, lo reproducirán ahora y en el futuro en sus relaciones con los demás.
Las primeras experiencias afectivas positivas de los primeros años, preparan al niño a enfrentar situaciones difíciles y crear lazos afectivos duraderos y estables. Por otro lado, el niño que no tiene una adecuada vinculación afectiva, crece con inseguridad y desconfianza respecto a los otros. En el niño inseguro la tendencia a la exploración se inhibe o debilita hasta llegar incluso a la incomunicación. En este sentido la madre es el “organizador psicológico” necesario para la salud mental del niño. Por ello los cuidados de la madre son importantes para que el niño desarrolle sentimientos de confianza en sí mismo y en los demás. Una relación satisfactoria con la madre o la persona que la sustituye contribuye a que el niño se sienta valioso y desarrolle una autoestima y autoconfianza adecuada.
Aproximadamente del cuarto al décimo mes, el entorno inmediato cobra importancia y dentro de este entorno la familia. En este sentido, la familia debe ser un lugar donde el niño encuentre afecto, estabilidad, tranquilidad y seguridad que le permitan formarse, desarrollar sus potencialidades y una adecuada salud física y psíquica.
El niño ya es capaz de reconocer a la madre y a otras personas que lo atienden, lo hace con sonrisas y múltiples manifestaciones inarticuladas pero correspondientes a otros tantos patrones bien precisos, establecidos a través de la alimentación, el baño, el vestido y las expresiones de cariño. Poco a poco va adquiriendo mayor dominio de su cuerpo, experimentando mucho placer al ejercitar sus miembros. A la vez, está continuamente aprendiendo el contenido social elemental de los sucesos domésticos: por ejemplo puede predecir cuando le preparan el biberón y paralelamente se va dando cuenta que es un ser independiente a su madre lo que contribuirá a su independencia, mostrando interés por su casa y disfrutando en sus cortas expediciones por este nuevo mundo exterior. Esta etapa, esta marcada también por la articulación de algunas palabras simples tales como “papá” y mamá” además del inicio de la alimentación complementaria, es decir por el destete, el cual deberá ser progresivo y lo menos traumático posible para que no genere frustraciones significativas en el niño, ya que el alimento para el niño está relacionado con la provisión de cariño de la madre ya que a través de éste se establecieron sus primeros contactos afectivos con ella. En muchos casos el niño puede experimentar una ansiedad moderada frente a la separación, lo cual no debe preocuparnos ya que progresivamente desaparecerá.
Durante todo el primer año debemos Intensificar al máximo los besos, caricias, miradas y contactos de piel a piel. Hacia los 12 a 18 meses, el niño mostrará una significativa tendencia a repetir las acciones que le han sido festejadas, el mismo se complace tanto con esto como a las personas que le rodean. A través de estas situaciones, comienza a sentir su propia identidad, que habrá de convertirse más tarde, en el núcleo de un creciente sentido de la personalidad.
El niño ya empezó a caminar y junto con esto se está volviendo cada vez más independiente, ahora el niño quiere hacer algunas cosas por sí mismo, es entonces cuando se inicia la puesta de límites y empieza a reaccionar ante un No. Esta etapa también está marcada por una actitud más sociable y el inicio del uso de las palabras para comunicase, recurriendo a las vocalizaciones u otros medios para atraer la atención sobre sí.
Ya en la segunda fase de la infancia, (la cual se inicia a los 18 meses hasta los 3 años), el niño empieza a reclamar lo “mío” y distinguir entre “tú” y “yo”. Tornándose mucho más oposicionista, puesto que no le agradan los cambios repentinos, ni los límites y trata de evitarlos echándose al suelo, retrocediendo, corriendo para esconderse, gritando, luchando y lanzando golpes al aire. Este oposicionismo revela la inmadurez social de este nivel cronológico. Su psicología exige reglas graduales y moderadas, las palabras no significan demasiado para él, es por ello importante ser congruente con lo que se le dice y hace. Por esta época empieza a adquirir control voluntario de sus esfínteres, empieza a “avisar” que tiene ganas de ir al baño con palabras ya que su vocabulario se ha incrementado, ahora tiene un repertorio de más de 20 palabras.
A nivel de juego, prevalece el juego imitativo y solitario, el cual se torna cada vez más elaborado y frecuente y, conforme va avanzando en edad empieza a jugar con otros niños, pero sus contactos con otros niños son casi exclusivamente físicos, pues lo que prevalece es el juego solitario o de tipo paralelo. Al finalizar está etapa, el niño ya es capaz de usar las palabras para expresar sus sentimientos, sus deseos y sus problemas. Habla mucho consigo mismo, a veces de manera practica y experimental del lenguaje, pero también como si dirigiera a otro o a una personal imaginada.
Ocasionalmente puede tener estallidos emocionales, pero estos suelen ser breves, iniciándose las pataletas que deben ser controladas a través de la puesta de límites ya que el niño es capaz de aceptarlos a esta edad.
Durane los 3 años será una etapa donde pueden surgir muchos temores infundados, como miedo a la oscuridad, a los fantasmas, es entonces que debemos ser cautelosos pues hay miedos que pueden instalarse de forma patológica. Lo más adecuado es acompañar al niño y demostrarle que sus miedos son infundados e investigar por qué razón siente ese miedo. Para contribuir al adecuado desarrollo emocional del niño, la clave está en que la familia le proporcione seguridad. El hecho de poder contar siempre con sus padres y que éstos calmen sus miedos y angustias, le proporciona un piso emocional firme y un techo afectivo que lo contienen; permiten la realización de sus potencialidades y el llegar a tener una buena salud psicológica.
Aún cuando los padres están separados es posible crear un ambiente saludable para el niño, explicándole según la edad, con claridad y coherencia lo que ha pasado. Del mismo modo, estableciendo los límites dentro de los sistemas padres y pareja, sistemas totalmente diferentes y que abarcan responsabilidades distintas. En este caso los padres deben anteponer sus responsabilidades de padres antes que los propios y evitar involucrar al niño en el proceso de separación y divorcio. Si la separación se da con armonía y respeto y se establecen bien las pautas de crianza, el niño crecerá con pocos o ningún problema, asumiendo que sus padres pueden vivir en lugares separados y tienen el derecho de reconstruir su vida personal, sin embargo él siempre contará con el amor incondicional de ambos, ya que la conducta de los padres garantizará esa seguridad emocional.
Cualquiera sea el tipo de familia, es necesario marcar pautas de convivencia en el hogar, siempre basados en el respeto hacia el niño. Si existe una adecuada comunicación y mutuo respeto entre padres e hijos, se podrán llegar a acuerdos mediante los cuales el niño podrá crecer de manera sana y con un alto sentido de responsabilidad hacia sí mismo y hacia los demás.